LA ALEGRIA
La vi bajar del cerro con su bolso lila, sonriente, de noche,
En el momento en el que todas la estrellas danzaban en torno
A un eje que ere indescriptible a cada salto de ella las estrellas fugaces la acompañaban,
Y otras le iban indicando el camino a seguir
Ella no era de este planeta se decía en aquella época provenía de Júpiter,
Si dejar lugar a dudas
Al pasar se oían voces de distintos coros femeninos
notan muy agudas vibraban al unisonó en todo el cosmos,
Esta misma que se redacta al escribir estas palabras,
La misma que nos acompaña de niños,
Cuando todo toma un orden ideal en la familia
Ella bajaba bailando por los cerros de Santiago.
Esta era la entrada y la salida para cualquiera que posara sus ojos por allí.
Sin embargo nadie estaba allí presente. Sólo ella.
Era, sin embargo, un ideal.
Para un hombre era femenino, pero para una mujer,
Estaba simbolizada por un hombre vivaz, profundo, con altivos de melancolía
Ocurrió aquella vez que parecía que nunca iba a morir
Y a terminar esta ocurrencia, esta imagen o, para algunos,
Esta lealtad
Ella solo soñaba y bajaba, como dije del cero bailando,
De noche.
En un momento la capturo una flor,
Algo mágica, y la trasladó a otro plano.
El pueblo entero soñaba con ella aquella noche de noviembre.
Por una parte era como una aparición, una bendición,
Sentirla bailar, junto a las estrellas,
al son de coros de vírgenes que exaltaba la memoria en la fiesta
Quienes despertaron de aquel ensueño dudando de ella,
Nunca más fueron capaces de verla ni de oírla,
Y todo el resto de sus días brindó con el ocaso
La agonía, el rencor, y el odio.
Para nosotros, sin embargo, ella seguía su descanso
Sutil y clave para sus vidas
Por la mañana siguiente en todo el pueblo se hablo de ella
La mujeres se sentían ilusionadas
Perdonas y amadas por este deidad
Yo me hallaba soñando con ella,
Mientras camiones militares comenzaron a situar la ciudad
En cuanto vi que ella iba a hacer arrestada, la tomé
Entre mis brazos y la lleve a otro valle
Lleno de duendes
Ahí fue cuando empecé a notar que esta era débil,
Débil como la vida misma, y frágil como un cristal muy fino
La dejé lejos de los camiones militares a salvo de estos
Y el pueblo entero me lo agradeció
A volver sintÍ a mi lado seres de todo tipo
Que me preguntaban acerca de su esencia
Yo solo atinaba a indicarles las estrellas que me movían
Y entonando aquellas también frágiles melodías intentaba trasmitirles toda mi esperanza
Y la fe en la vida
Que esta
Me había indicado
Cuando aparecía el sol la mañana siguiente todos íbamos despertando del ensueño este
“grave como el metal, pura como el diamante pero a la vez frágil como la niñez.”
Ella nos sigue observando, y desde lo alto nos acompaña como una sátira.
Vivirla es nuestro camino así es ella.
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